Dientes reveladores (y II)

En ocasiones, un mordisco puede ser la prueba que esclarezca un crimen, como sucedió con una joven asesinada en febrero de 1999La odontóloga forense Anna Hospital recuerda especialmente un difícil caso de identificación que dio con el asesino de una joven brutalmente agredida y estrangulada hasta la muerte en febrero de 1999. Fue a partir de un mordisco que presentaba la víctima en el pecho izquierdo. «Era como si el asesino hubiera dejado su firma en el cuerpo», comenta la doctora.

Como relata Carol Álvarez en el reportaje publicado en la edición catalana de ‘El Mundo’ el pasado 17 de abril, aquel profundo mordisco fue la única prueba identificativa con la que los investigadores pudieron estrechar el cerco al presunto autor de los hechos. No había testigos, ni ADN, ni restos físicos que pudieran incriminarle más allá de meras sospechas. Así fue como los forenses decidieron extraer un molde de la dentadura del sospechoso. Cuenta Anna Hospital que luego escanearon el molde y la fotografía fue procesada a través de un programa informático para que se superpusiera, a modo de una transparencia, sobre otra instantánea que reproducía los puntos máximos de presión del mordisco en el cuerpo de la víctima.

«A veces una imagen vale más que mil palabras», parafrasea la doctora Hospital, y recuerda que, tras ver las coincidencias totales entre las dos fotografías, no les cupo ya ninguna duda de que la dentadura era la del asesino.
«A la boca del agresor le faltaba una muela y tenía un diente fracturado que acababa en punta y dejaba una señal punzante al clavar», explica la doctora. «También había dos dientes inclinados en paralelo, muy característicos, una mala oclusión de las mandíbulas, que hacía más marcada la presión del maxilar inferior». El mismo hombre. Fue condenado por esta prueba.

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